PUBLICACIÓN 19: ENFERMEDADES PROVENIENTES DEL ALMA-ESPÍRITU

unsplash-image-JNiYQHi5Hjc.jpg

El ser humano es un todo integrado; pues, es susceptible de enfermar porque el cuerpo ha sufrido daños físicos en su estructura o en el funcionamiento de sus órganos o sistemas; y también puede enfermar por causas que afectan el alma-espíritu. Al comienzo la alteración solamente afecta a una de las dos áreas; pero, eventualmente, todo el ser humano termina siendo afectado. Por ejemplo, un padre de familia sufre una fractura de una pierna que le impide trabajar. El cuerpo ha sufrido un daño físico y no puede funcionar normalmente; pero además, la preocupación de no poder trabajar le causa ansiedad (afectación del alma-espíritu) que si persiste por un tiempo puede ser la causa de una gastritis o de una depresión, o de las dos. De esta manera todo el ser humano, tanto el cuerpo como el alma-espíritu, se llega a afectar cuando una parte de ellas se ha afectado. En forma semejante, cuando una persona experimenta un duelo (afectación del alma-espíritu), su sistema inmunológico baja en su eficiencia y esto puede ser causa del desarrollo de infecciones o de la aparición de células cancerosas (afectación del cuerpo). En publicaciones pasadas he mostrado algunos ejemplos de como ciertas emociones afectan el funcionar de órganos o sistemas llegando a la aparición de una enfermedad corporal.

 

En el alma-espíritu se encuentran los aspectos fundamentales de nuestra personalidad. Ahí están las emociones, los sentimientos, los pensamientos, la conciencia, la voluntad y el espíritu humano con su terminal disponible para conectarse con Dios. Estos elementos determinan nuestra forma de ser. Estos son los aspectos que dan forma a nuestro yo interno con nuestras propias características. Las características del alma-espíritu son moldeables, no son rígidas. Es de necios decir: así nací y así he de morir. Pues, se espera que una persona madure, es decir que sus capacidades cambien a condiciones que le permitan desempeñarse mejor en la realidad de la vida. En este madurar debemos aprender a controlar las emociones y sentimientos. Los pensamientos deben ser tamizados, desechando aquellos pensamientos que son malos y acogiendo los buenos. La conciencia es esa capacidad de darnos cuenta de lo que sabemos y de lo que hacemos, que está íntimamente ligada a ese sentir natural de lo que es bueno y malo (consciencia moral). La escala de valores que debe guiar nuestra consciencia moral es aquella basada en el amor a Dios y amor al prójimo. El seguir esa escala de valores no solamente nos asegura una buena vida personal y en sociedad, sino también un buen destino en la eternidad. Debemos aprender a manejar nuestra voluntad con sabiduría. Para tener sabiduría debemos descubrir las enseñanzas divinas a través de la lectura y meditación diaria de la palabra de Dios y mantenernos conectados con el Espíritu de Dios, porque la sabiduría proveniente de Dios es 100% buena para nosotros. La sabiduría humana y la diabólica no son una guía adecuada. Por supuesto que debemos adquirir más conocimiento sobre las cosas terrenales, pero también sobre los aspectos espirituales. El conocimiento es bueno para el ser humano. La falta de conocimiento lleva a la ruina a una persona y también a los pueblos. Pero, el conocimiento debe ser evaluado a través de un discernimiento que nos permita elegir el retener lo bueno y desechar lo malo. Las cosas materiales se disciernen con el intelecto, mientras que las cosas espirituales  se disciernen solamente con el espíritu; y es aquí donde el estar conectados al Espíritu de Dios nos hará tanto bien.

 

El alma-espíritu es sensible y enferma cuando no se le da un mantenimiento adecuado. Todos hemos sido lastimados en nuestros sentimientos. Lo que sana esas heridas del alma es el perdón. Si no perdonamos la herida del alma no sana. Cuando las heridas del alma no sanan, el alma-espíritu se enferma con resentimientos, miedos, ansiedad, ira, envidia, celos, venganza y más. Si solamente tratamos de olvidar, en lugar de perdonar, entonces seremos prisioneros de ese sentimiento enfermizo. Es necesario saber que debemos perdonar por nuestro propio bien. Cuando los pensamientos no son filtrados por nosotros entonces se están sembrando semillas del mal que llegarán a producir adulterio, violaciones, estafas, robos, asesinatos y más, que son manifestaciones claras de una alma-espíritu enfermo. Cuando la consciencia moral no es mantenida intacta, la conciencia se cauteriza haciéndose menos sensible al mal y entonces lo que es malo se lo ve como algo no tan malo y eventualmente se le puede llegar a ver como algo bueno, entonces la maldad de una persona o de una sociedad habrá aumentado. Una persona o una sociedad con la conciencia endurecida que ha perdido la consciencia moral natural puede resetear su referencia moral observando los principios bíblicos. Cuando el alma-espíritu del ser humano no está conectado con Dios en forma firme, carecemos de sabiduría y, a pesar de tener una buena educación, tomamos malas decisiones en la vida. Esa mala conexión con Dios también nos convierte en personas vulnerables de ser influenciados, y en algunos casos “parasitados”, por espíritus del reino de las tinieblas, que llegan a controlar nuestra voluntad y nos inducen a hacer las cosas que a ellos les place. Así surgen las adicciones de todo tipo. Solamente el poder de Dios puede corregir de raíz esos problemas.

 

¿Cómo podemos conectarnos con Dios para mantener nuestra alma-espíritu sano? Esto requiere, primero, que seamos humildes y reconozcamos nuestras faltas; pues, todos somos pecadores. No podemos venir a Dios con orgullo, arrogancia, con retos o desafíos a Dios. Segundo, debemos estar genuinamente arrepentidos de nuestras faltas y debemos querer cambiar en nuestra forma de ser. Entonces Dios estará presto a perdonarnos. Solamente queda hablar con Dios en nuestra privacidad y pedirle perdón por nuestros pecados y que nos acoja en el reino de los cielos. Debemos también decirle que creemos que Jesús, su Hijo, murió pagando nuestras faltas para salvarnos; debemos invitar a que el Espíritu Santo venga a morar en  nuestro corazón y pedirle que nuestros nombres sean inscritos en el libro de la vida. Cuando hayamos hecho eso, entonces nos convertimos en hijos de Dios (Juan 1:12 dice: Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios). Cuando somos hijos de Dios el poder de Dios renovará nuestro ser espiritual. 2 Corintios 5:17 dice: De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

 

Le comparto este conocimiento para que usted llegue a ser verdaderamente sano por siempre.

Anterior
Anterior

PUBLICACIÓN 20: ENCONTRANDO SALUD SIN PASTILLAS NI BREBAJES

Siguiente
Siguiente

Publicación 18: ENTENDIENDO EL ALMA-ESPÍRITU, NUESTRA PARTE INMATERIAL