Publicación 18: ENTENDIENDO EL ALMA-ESPÍRITU, NUESTRA PARTE INMATERIAL

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Es hora ya de comenzar a referirnos a ese componente inmaterial de nuestro ser: el alma-espíritu, porque es de muchísima importancia para nuestra salud. En las publicaciones anteriores de esta página web me he referido primordialmente a aspectos del cuidado del cuerpo humano. Hay mucho más que aprender para mantener la salud del cuerpo; pero no quiero olvidar el enfocar el componente inmaterial del ser humano y su relación con la salud y enfermedad.

 

Para comenzar debemos saber que la ciencia no es el instrumento apropiado para el estudio del alma-espíritu porque la ciencia estudia eficientemente solamente las cosas que se pueden ver, tocar, medir, pesar, lo que tiene masa o cosas que con los instrumentos científicos puedan ser cuantificados. El alma-espíritu no es material, por lo tanto no puede ser tocado ni visto ni medido. Por esta razón al realizar la autopsia de una persona nadie ha encontrado el alma ni el espíritu, ni las manifestaciones del alma-espíritu en nuestro ser como el amor, la pasión, la valentía, la maldad, etc. La ciencia, por lo tanto, no tiene forma de verificar la existencia del alma-espíritu; sin embargo, todos podemos experimentar el amor, la ternura, el miedo, la ira, la fe, etc., que son aspectos íntimamente relacionados con el alma-espíritu.

 

La Biblia es el mejor libro para explicar los aspectos del alma-espíritu de nuestro ser. Este libro nos enseña que el cuerpo humano proviene del polvo de la tierra, pues Dios tomó barro y formó el cuerpo humano. Cuando estuvo ya formado era un cuerpo inerte; pero entonces, Dios sopló en la nariz su aliento y eso dio vida al cuerpo. Desde entonces nos convertimos en almas vivientes o seres vivientes, según la traducción del original (Génesis 2:7).

El aliento de Dios es el que da vida al cuerpo; ese aliento permanece en nosotros, y al ser proveniente de Dios, nos hace partícipes de la dimensión divina. Dios es espíritu (Juan 4:24), por lo tanto, somos partícipes del mundo espiritual. El apóstol Pablo nos indica claramente que todo nuestro ser consta de cuerpo, alma y espíritu (1 Tesalonicenses 5:23). Debido a que el alma y el espíritu interactúan muy estrechamente entre sí, a veces confundiéndose entre ellos, a estos dos les menciono como alma-espíritu.

 

Curiosamente, muchas personas que han experimentado la muerte clínica, certificada por los médicos, y que han vuelto a la vida, cuentan de que ellos se salieron del cuerpo y podían ver, desde el aire, al cuerpo en la cama. Ellos relatan dando a entender que su ser fundamental estaba en el aire y su cuerpo estaba abajo. El ser fundamental de ellos seguía existiendo con conciencia, memoria y razonamiento a pesar de que su cuerpo era declarado muerto por los médicos. Muchos médicos ateos tratan de explicar este fenómeno diciendo que el cerebro sin oxígeno se comporta erráticamente y estas experiencias son el resultado de el mal funcionamiento cerebral. Pero, lo admirable es que algunos de ellos han podido, desde el aire, ver y luego describir con detalle instrumentos usados en él, instrumentos que nunca conocieron en vida. También podían ver desde el aire el lugar en dónde estaban las personas, incluyendo familiares que no estaban en la sala donde la persona fue declarada muerta. Esto claramente no es resultado de ningún malfuncionamiento neuronal.

 

La Biblia, en Eclesiastés 3:11 nos enseña que Dios puso eternidad en el ser humano. Es decir, que Dios nos dio una existencia eterna; pero esa eternidad no está en el cuerpo, sino en el alma-espíritu. Esto es perfectamente compatible con otra enseñanza bíblica: que la muerte del cuerpo tiene lugar cuando el alma-espíritu abandona el cuerpo humano (Santiago 2:26).

 

El ser humano está estructurado en una forma tal que para su óptimo funcionamiento necesita estar conectado con Dios. El ser humano sin Dios vive en forma incompleta; pues, en una forma poco definida siente que le falta algo. Muchos buscan llenar ese vacío con alcohol, drogas, sexo, etc. Algunos pueden llegar a obtener dinero, fama y poder; pero, al final sienten un vacío existencial en su interior. Solamente la presencia de Dios en nuestras vidas puede llenar ese vacío.

 

El alma-espíritu es frágil; fácilmente se siente lastimado por las acciones de quienes nos rodean o por las circunstancias de la vida. ¿Quién no se ha sentido herido por acciones o comentarios de otros? Estas heridas del alma pueden generar un desajuste biológico y llevar a enfermar a una persona. Estas enfermedades en un principio son en el área de la salud mental, pero luego llegan a afectar a distintos sistemas del cuerpo, como mencioné en las publicaciones anteriores.

 

Los seres humanos al estar compuestos de cuerpo, alma y espíritu somos partícipes tanto del mundo físico, sometidos a las leyes físicas que rigen nuestro universo, así como a la esfera espiritual, también bajo las leyes espirituales. Nuestro desconocimiento de ellas no nos libra de las consecuencias que pueden traer al violar las respectivas leyes tanto en el mundo físico como espiritual. No importa si uno cree o no en esas leyes, igual ellas actúan y sus consecuencias nos afectan para bien o para mal. Si un acto que realizamos está enmarcado en el correcto cumplimiento de las leyes espirituales entonces es un acto justo, pero si un acto se realiza a pesar de la prohibición de las leyes espirituales, entonces es un acto injusto, o lo que la Biblia lo llama pecado.

 

Las leyes espirituales pueden afectar no solamente a nuestra vida personal sino a nuestra descendencia. Con esto quiero decir que un acto injusto puede traer consecuencias negativas a la persona que comete la falta, a sus hijos y a los hijos de sus hijos. En esta misma manera los actos justos en el mundo espiritual traerán bendición a usted y a sus hijos y a los hijos de sus hijos por muchas generaciones.

 

Dios nos dio libertad de acción y el respeta nuestro libre albedrío. Todo está a nuestra entera voluntad ( Deuteronomio 11:26-28); por esta misma razón, la responsabilidad de las consecuencias de nuestros actos  es solamente nuestra. Dios nos recomienda que cojamos el camino de las bendiciones y de la vida, pero no nos obliga. En Deuteronomio 30:19 nos dice: A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida para que vivas tu y tu descendencia.

 

Debemos conocer que la realización de actos injustos puede tener que ver con el origen de una enfermedad. No toda enfermedad es por esta causa, pero algunas enfermedades si pueden originarse de esta manera.

 

Cuando cometemos pecados Dios es misericordioso en perdonarnos esos actos si es que le pedimos perdón por ellos. Cuando Dios nos perdona estamos libres de consecuencias negativas desde el momento del perdón, pero las consecuencias de los actos cometidos que ya se manifestaron en su vida continúan, a menos que Dios quiera librarle de ellas. Por ejemplo, si por mi acto injusto yo contraigo el virus de inmunodeficiencia humana (el virus del sida), luego yo pido perdón a Dios y el me perdona; entonces quedo libre de consecuencias a partir del perdón; pero, las consecuencias por el virus continuarán a menos que una nueva misericordia de Dios le alcance y le libere de ese virus. Por su puesto que Dios puede hacer esto último si el quiere.

 

Las bendiciones de Dios, cuando hacemos actos justos, no se limitan a la salud de usted y su familia, sino que también incluye buena salud económica familiar, paz, gozo, bienestar total. Las consecuencias de los actos injustos así mismo incluyen enfermedades, dificultades económicas, falta de paz (estrés), falta de contentamiento en la vida. Para conocer en detalle las bendiciones y maldiciones que Dios ha determinado les recomiendo leer el capítulo 28 del libro de Deuteronomio, en la Biblia.

 

CONCLUSIÓN

El ser humano está formado del cuerpo, el alma y el espíritu. Las dos últimas son de naturaleza inmaterial. Los seres humanos somos partícipes del mundo físico y estamos regulados por las leyes que rigen este mundo; pero, también somos partícipes del mundo espiritual y estamos regulados asimismo por las leyes espirituales. Las heridas del alma nos pueden generar enfermedades que inicialmente involucran la salud mental, pero eventualmente pueden llegar a alterar los procesos biológicos generando enfermedades físicas. Las faltas espirituales pueden, también, ser causa de algunas enfermedades.

 

Le comparto este conocimiento para que usted llegue a ser verdaderamente sano por siempre.

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